Cuenta atrás, se acaba el tiempo. Momento de dejar volar la imaginación y permitir que los nervios se disparen, volar y caer en picado en cuestión de segundos, construir castillos en el cielo y en la arena, frágiles y volátiles, casi efímeros. Tiempo de balances, cálculos y especulaciones, todo sea por ir bien preparado para todo lo que pueda pasar, con ideas frías y estudiando la situación.
Poco, queda demasiado poco, las horas se me echan encima, tanto que hacer, tantas despedidas, tantas promesas que hacer y tantos sueños a la vuelta de la esquina que el estrés se hace hueco y pugna por inundarme.
Mantengo a ralla la nostalgia como puedo, centrándome en lo que me espera y no en lo que dejo atrás.
Para el que no lo sepa, sí, me voy de viaje al país de la torre Eiffel y el museo del Louvre, el camembert y las crêpes. Un mes en el que anotaré pensamientos en una libreta, que algún día transcribiré. Sábado 3 de julio, la fecha clave, el día D. Despegue y despedida. Hasta el 1 de agosto.
Hasta pronto.