"Date la vuelta, vamos. Olvidate de todo. ¡Hazlo!"
Al fin esa chispa de valentía se enciende, me enfrento a mi realidad. Solo me da tiempo a ver cómo te alejas, mis esperanzas caen al suelo, quedan hechas pedazos. Otro día más sin cambios.
Hoy es un nuevo día, me siento decidido, seguro de que no volverá a pasar. Cuando doblo la esquina, nuestra esquina, siento que algo falla. ¿Dónde estás?. Mi mirada se pierde a lo largo de la calle, miro el reloj. Marcaba nuestra hora, las 8:47. Mi mirada se apaga, mis sueños se hielan. Todo se tornó gris. En lo que queda de día, estuve alunado, ausente. Sólo podía pensar en ti, en mi locura. Esto me parecía estúpido, "No puedo estar así por una desconocida, me niego". Pero a fin de cuentas, lo estaba.


Lunes. Comienza mi semana con pensamientos no muy distintos a los que tenía la anterior. Quiero verte, hablarte. Enfilo nuestra calle, con decisión. "Hoy no te dejaré escapar". Al fin apareces. Clavo mis ojos en los tuyos, me acerco a ti, seguro pero nervioso. Tu también vienes a dar conmigo, se disipan mis nervios. Cada vez aceleramos más el paso. Cuando terminamos nuestra carrera, nos fundimos en un abrazo. El tiempo se para, no quiero soltarte.

Extraños, pero al fin y al cabo, más que conocidos.